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Una flor que recuerda la belleza de lo efímero
Una flor que recuerda la belleza de lo efímero

Se dice que Japón tiene muy marcadas y definidas las cuatro estaciones, y una de las más esperadas es la entrada de la primavera. Si bien en diversas regiones del mundo existen festivales o fiestas que indican el inicio de la primavera, en la isla nipona, desde hace siglos, un color tiñe, las calles, los jardines públicos, los bosques y los montes de un rosa pálido y un blanco aperlado. Son los colores de las flores de cerezo, que aparecen en esas fechas dando inicio al ciclo de la agricultura, a la abundancia y a la alegría.
Si bien a lo largo de la historia japonesa, los agricultores, ciudadanos y nobles han observado la floración de los cerezos, en la actualidad, gracias a la tecnología, se monitorea y se predice en qué día se abrirán las flores en las distintas zonas de Japón; es decir, los noticieros por la mañana mencionan los nombres de las regiones, ciudades o poblados donde se podrá admirar cómo en las ramas se abren los capullos, las flores muestran su esplendor y se deshacen de sus hojas dejando que el viento las lleves y las disperse por los lagos, las montañas, los calles, el paisaje rural y urbano.
En japonés, existe una palabra que significa “contemplar las flores”, en particular las de cerezo, es hanami (花見); se trata de una actividad que se realiza en grupo, ya sea con los amigos, en familia o, como ahora se ve frecuentemente, con los compañeros de la empresa (suele enviarse a uno de los empleados a reservar un lugar debajo de los tupidos árboles rosados). Las personas, adultos y niños, llevan comida y bebida, y pueden estar todo el día disfrutando de la compañía de otros, pero sobre todo, observando los cambios en las ramas de los cerezos, cómo poco a poco asoman las bellas flores.
También se dice que esta tradición proviene de las antiguas familias nobles, que alrededor del siglo VIII se sentaban a la vera de los ríos a ver cómo florecían los cerezos silvestres, o los observaban en lo privado de sus jardines. Era una actividad muy refinada, solo para las clases altas. Pero, fue en el periodo Edo, en los siglos XVII a XIX, que se designaron espacios públicos para sembrar cerezos y que la gente, personas comunes, todos, pudieran admirar la belleza de esos árboles. Desde entonces, las personas dedican parte de su tiempo, incluso con permiso en sus empleos, para ir a contemplar en su ciudad o poblado los cerezos, y quienes pueden se trasladan a sitios emblemáticos de todo el país, como el monte Yoshino, en Nara, el Castillo Nakijin, en Okinawa, o el Parque de Ueno, ubicado en Tokio.
Ahora, ¿por qué esta flor es parte de la identidad de los japoneses? Se dice que hay una filosofía hanami, a través de la cual, contemplando las flores de cerezo, se ve la belleza de lo efímero. Y es que las flores aparecen y desaparecen de repente, pueden durar unas horas apenas con su esplendor, cuando de un momento a otro, los pétalos comienzan a desprenderse y caer o volar con el viento. Esto, para los japoneses, es el recordatorio de que todo lo que vive debe morir algún día. Incluso, los samuráis, con su fuerza y valentía, tenían como emblema la flor rosada de los cerezos, porque, decían, ellos morían en plena gloria (con el harakiri) o en batalla, y no marchitándose; como la flor, que no se marchita, sino que muere cuando más belleza muestra.
Por otro lado, estas flores anuncian la llegada de la primavera como un manto rosa y blanco que recorre a Japón y sus islas, empezando por el sur hasta llegar al último extremo en el norte. Se dice que son quince días de diferencia lo que dura su viaje por todas las regiones. Para los agricultores, la floración es la señal de que pueden sembrar la semilla de arroz, base de la alimentación nipona. Para ellos, el mejor momento de comenzar con el proceso del arroz, es decir, dejar la semilla en la tierra, es diez días después de que los cerezos florecieron. Por eso los agricultores nos invitan a observar la naturaleza, porque ella nos dice lo que hay que hacer.
Desde los últimos días de marzo y hasta los primeros de abril, las fiestas y admiración de las personas caminan por el país, culminando en el festejo en el monte Yoshino, donde los pobladores y turistas se reúnen para contemplar a estos cerezos que no dan fruto, solo producen belleza, la belleza de lo efímero.

Japón moderno y la vida rural
Japón moderno y la vida rural
Las ciudades son una parte importante de cómo nos organizamos y convivimos como seres humanos en el siglo XXI. La cercanía, las oportunidades de trabajo y los espectáculos posibles en las calles de una metrópolis son todas buenas razones para buscar un lugar en las capitales de cualquier región. Sin embargo, cuando se trata de una ciudad concurrida donde viven alrededor de 6 mil personas por kilómetro cuadrado, esto fácilmente se puede convertir en una lucha constante por un lugar en ese espacio privilegiado.
Tokyo es una ciudad muy cara. El transporte, la vivienda y los servicios necesarios para llevar un ritmo de vida común pueden costar más de lo que muchas personas ganan con 8 horas diarias de trabajo. Además, la cantidad de personas en el trayecto al trabajo diariamente puede añadir niveles altos de estrés a la rutina de los habitantes que necesitan tomar el tren a sus compañías. Esto puede convertirse fácilmente en un sacrificio de paz y de tiempo libre. Es un estrés que sienten nuestros cuerpos, y pueden degradar poco a poco nuestro estado de ánimo y salud mental. Además, estos problemas no se encuentran únicamente en Tokyo: cualquier ciudad del mundo puede padecer estos síntomas.
Es en este punto que una vida en espacios rurales puede empezar a sonar atractiva. En la actualidad, el 8% de la población japonesa vive en el campo. Esto ha causado fenómenos interesantes como el de las akiya (空き家, “casas desocupadas”), viviendas antiguas que se venden a precios muy bajos debido a la falta de compradores y su poco mantenimiento. Estos espacios han sido un foco de atención de la prensa internacional como una oportunidad para encontrar un hogar en Japón a precios mucho menores que en cualquier ciudad. Aún si es necesario un presupuesto para rehabilitar estos espacios, ser dueño de un hogar en Japón es posible a más personas gracias a este tipo de ofertas.
Considerar la vida rural en una época como la nuestra puede no parecer viable para muchas personas. Sin embargo, la agricultura y el trabajo de comunidad son una verdadera alternativa al ritmo de vida acelerado que nos vemos forzados a vivir en una era tecnológica. Este cambio radical podría ser de gran ayuda para reducir niveles altos de ansiedad y estrés. Éste es uno de los temas discutidos en la película “Recuerdos del ayer”, producida por Studio Ghibli. El personaje principal es un gran ejemplo de cómo una alternativa así podría ser el verdadero llamado de quienes no se encuentran satisfechos con la vida en la ciudad.
Al mismo tiempo, aunque muchos de nosotros trabajamos bajo un esquema tecnológico, el cada vez mayor acceso a computadoras e internet permiten que el trabajo a distancia sea ya una realidad sin importar el lugar donde vivamos. Es cada vez más fácil desempeñarnos como profesionales en empresas y negocios cuyas bases se encuentran lejos de nosotros, e incluso es posible continuar con nuestros pendientes al viajar sin sacrificar la eficiencia o calidad de nuestro trabajo.
Actualmente el gobierno de Japón está buscando que más personas vivan en sus zonas rurales a través de subsidios económicos y otros programas de apoyo y recompensas por trabajar a distancia. Compañías que configuren su esquema de trabajo para permitir actividades a distancia también serán remuneradas económicamente. Es a través de estas acciones que podemos ver cómo los trabajos descentralizados y la ocupación de zonas rurales van volviendo a tomar importancia en la opinión pública, y se vuelve parte de la búsqueda de un estilo de vida más saludable y sustentable.
Como individuos es importante reevaluar la importancia que le damos a estas alternativas de vida. No solo nos permitirían escapar del estrés de la ciudad, pues también pueden ser una oportunidad de recuperar la libertad de elegir nuestro estilo de vida y reconectarnos con la naturaleza.
Mascotas olímpicas: la cultura japonesa en su diseño
Mascotas olímpicas: la cultura japonesa en su diseño

Una de las grandes preguntas del 2020 era si se llevarían a cabo los Juegos Olímpicos de Tokio, programados para ese año. Los preparativos para esta fiesta deportivas habían comenzado desde, por lo menos, cuatro años antes. Japón, sabemos es una cultura que ha sabido sobreponerse a distintos retos sociales, culturales, económicos, puntos álgidos que se han registrado en la historia; este era uno de esos.
Los juegos olímpicos se pospusieron un año debido a la pandemia, aunque el Comité Olímpico decidió conservar el nombre de “Juegos Olímpicos de Tokio 2020”. Entre esos preparativos, uno no menos importante, fue el de diseñar las mascotas que serían la imagen de los juegos de Tokio. Las mascotas han venido a posicionarse como un elemento distintivo para las sedes donde se celebran las competencias; se han propuesto diseños divertidos, conservadores, tradicionales e innovadores. Las mascotas de este año son particulares, veamos por qué.
En primer lugar, se trata de dos personajes, uno azul con blanco, otro rosa con blanco; el primero corresponde a los juegos olímpicos (Miraitowa), el segundo, a los paraolímpicos (Someity), por lo tanto cada uno tiene sus propios valores y personalidad. Fueron creados por el artista Ryo Taniguchi (aquí puedes ver algo de si trabajo: https://www.instagram.com/taniguchi_ryo/?hl=es)
Un aspecto muy interesante es el proceso de selección. Los organizadores recibieron miles de propuestas de diseño para las mascotas, de los cuales al final quedaron solo tres parejas de mascotas, correspondientes a tres artistas o ilustradores. Luego, se les pidió a los alumnos y alumnas de más de 16,000 escuelas de todo Japón que eligieran la pareja que más les gustaba. Y, ahora lo sabemos, los ganadores fueron Miraitowa y Someity, con alrededor de 53% de los votos de los escolares. Así que estas mascotas, innegablemente, fueron las más empáticas con la niñez japonesa.
Ahora, cuando se piensa en Japón, podemos relacionarlo con la animación, caricaturas de los setenta y ochenta, videojuegos, tecnología, animé. Por ello, Miraitowa y Someity tienen algo de eso y mucho de la tradición y la cultura nipona también. Si los ves, podrás darte cuenta que no son animales, tampoco humanos; son figuras antropoformizadas. Por ejemplo, Miraitowa, el de cuadros azules, es como un mítico zorro japonés (kyūbi no kitsune) pero con apariencia humana o características que nos parecen más de un ser humano. Pero, tiene elementos de animación, sus ojos que nos recuerdan al animé, y tecnológicos, porque pareciera que trae un traje espacial.
¿Y qué representan Miraitowa y Someity? El personaje con cuadros azules, Miraitowa, toma su nombre de mirai, futuro, y towa, eternidad que, según los organizadores, viene de un proverbio chino que dice “aprende del pasado y desarrolla nuevas ideas”. Este juego de palabras para el nombre, junto con la sabiduría ancestral, nos habla de la esencia de los japoneses, el pasado y la innovación, la tradición y el cambio, el movimiento y la eternidad. Por eso, Miraitowa es como un zorro del futuro, con habilidades mágicas, con patrones geométricos, pero representando el espíritu del trabajo y la sabiduría como fortaleza.
Someity, con sus cuadros rosas, es el personaje de los Juegos Paraolímpicos; su nombre viene de somei yoshino —una popular flor de cerezo, uno de los símbolos de Japón— y su combinación con la expresión en inglés so mighty (muy poderoso). Tiene súperpoderes, como la telepatía, volar y mover objetos sin tocarlos; su personalidad es tranquila pero tiene una gran fuerza mental. Además, le gusta estar en la naturaleza y se puede comunicar con las piedras y el viento.
Desde que las mascotas olímpicas aparecieron en estas celebraciones deportivas (en los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972), su función en un inicio era fomentar los valores del deporte, y que representaran la tradición del país o ciudad sede. Con el tiempo, los diseños han variado; como vemos, ya no son simplemente animales alegóricos. En esta edición, en Tokio 2020, según los organizadores, Miraitowa y Someity “tiene poderes sobrenaturales que les van a servir para propagar el espíritu olímpico” entre los deportistas y en todo el mundo; además, difunden los valores del Japón tradicional y el Japón de la innovación y la tecnológica; estas mascotas son la convivencia del pasado y el futuro de una nación en constante cambio pero con la mirada siempre en su cultura.
Kimono: de vuelta al siglo XXI
Kimono: de vuelta al siglo XXI

Muchas veces cuando pensamos en Japón, por influencia del cine y la televisión, nos vienen a la cabeza mujeres ataviadas en ropas elegantes, con grandes mangas, colores brillantes, vestidas con un kimono. Esta prenda de vestir ha entrado a nuestra imagen colectiva del aquel país a través de las películas (ahora pienso Lost in Translation, o en las peleas en Kill Bill o El último samurái) y producciones de animación (Ghost in the Shell, en su versión estadunidense); lo relacionamos con grandes imperios, geishas, dinastías, elegancia, refinamiento…
Aunque esta prenda, el kimono, ha evolucionado a lo largo de los siglos, siempre ha estado en la identidad de las y los japoneses. Actualmente se usa, sobre todo, en eventos sociales importantes, y cada diseño y estilo se viste según el evento o la persona que lo porta (edad, época del año, tipo de festividad, etcétera). También, en las últimas décadas se ha vuelto moda entre las mujeres, principalmente entre las más jóvenes, quienes lo lucen en las calles o en las plazas, combinado con objetos occidentales, como zapatos o botas, bolsos o abrigos.
La palabra kimono viene de ki, de kiru, “vestir” o “llevar puesto”, y mono, “cosa/objeto”, esto sería algo como “cosa para vestir”, y es que parece que cuando los occidentales que llegaban a la isla preguntaban cómo se llamaba el vestido o prenda que usaban hombres y mujeres, todos contestaban “kimono”, esto significa que cada prenda, masculina o femenina, con mangas largas o cortas, liso o decorado, tiene un nombre particular, que los conocedores y la gente de Japón nombran según corresponde, mientras que para los extranjeros, todo se reducía a una palabra. Para nosotros, los menos conocedores, identificamos un diseño, en general, como kimono.
Como muchas otras cosas, la influencia de China está presente en esta “cosa para vestir”, ya que el nombre original del kimono era gofuku, que es algo como “ropa del Wu” (Wu era uno de los reinos de China). Fueron los embajadores de aquel país quienes llevaron la primitiva prenda a la isla. Con los siglos, el diseño inicial se adaptó a las necesidades diarias de los japoneses, incluso, aquí vale anotar, muy en el inicio la ropa de los nipones era de colores básicos, con diseños sencillos; grandes camisas y pantalones. Luego, con los inventos y descubrimientos, se crearon colores y técnicas para teñir las telas, para dibujar sobre ellas y crear paisajes, estampas y decorados cada vez más sofisticados. Por otro lado, la llegada de la seda a los talleres textiles abrió paso al refinamiento, aunque el costo era muy elevado por el trabajo artesanal que implicaba elaborar un lienzo.
En algún momento de la historia, los samuráis y sus familias tuvieron mucho poder, a veces más que el gobierno, y en la moda y cultura también fueron ellos los que marcaron la pauta. Los hombres de los más altos estratos sociales recurrían a telas exquisitas y prendas suntuosas, pero cuando tenían que salir a pelear, o sea, cuando los guerreros hacían su trabajo, las telas estorbaban, por eso el diseño de la ropa cambió para ellos y para las mujeres. Se optó por una prenda elegante, pero que facilitara la realización de las actividades.
Si unimos dos de los puntos mencionados, la elegancia y elevado precio de la seda, y las clase altas y los samuráis vestían esas prendas, entonces, tendremos que el kimono encareció su precio y que, aunque comenzó como una prenda que todos los habitantes usaban para sus rutinas diarias, su uso se volvió cada vez más elitista, cada vez más espectacular. Por ejemplo, en el siglo X surgió una variante, el jūnihitoe, “bata de doce capas”, que entre las mujeres de la corte era la moda, y efectivamente, se trataba de portar doce o más capas de ropa, que llegaban a pesar más de veinte kilos.
Y un aspecto interesante es que desde nuestras perspectiva pensaríamos que debía ser sumamente incómodo trasladarse, moverse, comer…, lo que fuera, sería casi imposible cargando tal cantidad de ropa; sin embargo, este jūnihitoe era símbolo de poder, opulencia, riqueza, porque al portarlo se requería que las sirvientes ayudarán, acercarán, movieran, resolvieran la vida de aquella mujer, por lo tanto: a más capas de tela, más sirviente, más riqueza.
A finales del siglo XIX, la tecnología permitió producir seda en telares, lo cual abarató el costo de los kimonos, aunque poco a poco fue relegado de las actividades diarias. Luego, con la llegada el siglo XX, y la necesidad de que las mujeres contribuyeran al progreso del país, el uso del kimono en las fábricas, por ejemplo, era imposible. Así, durante décadas, esta prenda se guardó en los armarios de las abuelas y mujeres mayores, y no les pasó nada porque la calidad de su hechura permitió que se conservaran, que sus colores y diseños se mantuvieran casi intactos. Ahora las nietas los han sacado y portado para salir a la calle.
Parece que hay un rejuvenecimiento del kimono, han surgido nuevos diseños, variedad de telas, combinaciones y formas de usarlo. Parece que es una recuperación, una vuelta, de la tradición, de la elegancia y sofisticación; es una reapropiación de las nuevas generaciones, de los nuevos tiempos, es llevar el kimono a las calles para llenar de colores y elegancia los paseos, las caminatas y las calles de Japón.
La historia de la música ambiental japonesa
La historia de la música ambiental japonesa
Es ya muy conocido entre los audionautas de internet que la música ambiental ha tenido un resurgimiento de popularidad gracias a YouTube y una recopilación específica de música ambiental japonesa: Kankyō Ongaku, publicada por Light in the Attic. En ella se encuentran personajes como Hiroshi Yoshimura, Satoshi Ashikawa y Yoshio Ojima, ahora conocidos como los músicos insignia del movimiento ambiental en Japón. Pero, ¿qué es este tipo de música?
La música ambiental es un género cuyos compositores se esmeran en crear piezas sin una narrativa específica, mejor descritas por el tipo de atmósfera que construyen y la particularidad de cada instrumento utilizado. Una de las figuras más grandes del género, Brian Eno, siempre describió esta música como un espacio sónico en el que podemos habitar. Dependiendo del compositor y a veces de la obra específica, estos espacios pueden ser construidos con instrumentos orgánicos, con capas de teclados electrónicos de texturas que se complementan o también con grabaciones de sonidos de la naturaleza como ríos y pájaros.
Varias piezas de este género pueden causar un estado casi meditativo. Es fácil escucharlas en el fondo de nuestra mente mientras realizamos labores ordinarias en nuestro día. Sin embargo, la música ambiental se da la tarea de ser tan interesante sin prestarle atención como cuando nos concentramos en todos sus elementos y la escuchamos activamente. En este sentido, la música puede ser similar a un tapiz elaborado, o las columnas corintias que sostienen (y también adornan) templos y edificios alrededor de Europa.
El caso de la vertiente japonesa de este género es particularmente interesante. En 1975 Kuniharu Akiyama, un compositor de vanguardia, presentó Los Trabajos Completos de Erik Satie, una serie de conciertos en Tokyo que generó un nuevo interés en su estilo minimalista que medio siglo antes exploró una idea similar al concepto de la música ambiental moderna. Tres años después, en 1978, Brian Eno publicó su álbum Ambient 1: Music for Airports (‘Música para Aeropuertos’), causando aún más emoción en los futuros artistas del género.
Al hablar de los años 80 en Japón es necesario mencionar, además, la influencia del mundo corporativo. Empresas a cargo de lugares como centros comerciales, estaciones de tren, hoteles e instalaciones artísticas buscaron darle una identidad característica a sus nuevos espacios, además de amenizar la estancia en ellos, con ayuda del nuevo capital que adquirieron durante un nuevo boom en la economía japonesa. Es así como Hiroshi Yoshimura, Yoshio Ojima, Haruomi Hosono y otros artistas dejaron sus huellas en lugares que, hasta la fecha, continúan transportando a sus visitantes con sus piezas ambientales.
Curiosamente algunas de estas piezas son interactivas con sus alrededores, dándole una nueva dimensión de complejidad a estas obras aparentemente simples. Tal es el caso de la música que te acompaña a lo largo de la estación Komagabayashi, en Kobe. En uno de sus pasajes subterráneos se pueden escuchar sonidos diseñados por Hiroshi Yoshimura como una firma auditiva de la costa oceánica, y también como música agradable para los transeúntes; algunos sonidos son emitidos de manera periódica, mientras que otros son activados con sensores conectados al sistema de la estación.
Este mundo olvidado durante la primera década del siglo XXI ha resurgido y generado nuevos seguidores gracias al internet y los esfuerzos de diferentes entusiastas de la música ambiental. Claro que este género no está para nada limitado a los artistas japoneses de los años 80 y 90, pues artistas importantes como Brian Eno, Slowdive, Cluster, y más recientemente Oneohtrix Point Never han dejado un legado muy importante; sin embargo, es difícil encontrar una narrativa tan clara e interconectada como la de la música ambiental japonesa en otros países. En sí, la música ambiental es particularmente propensa a la experimentación de artistas de vanguardia, ya que su formato libre y sin estructura clara ha permitido desde sus inicios la inclusión de instrumentos atonales o con características interesantes, así como grabaciones de campo de animales, humanos e incluso máquinas. Mientras se tenga claro el propósito final de una pieza ambiental, está permitido lograrlo a través de cualquier medio posible.
Es emocionante pensar en los nuevos paisajes sónicos que seguramente se lograrán alrededor de todo el mundo en esta nueva época, con instrumentos y herramientas más accesibles para todos. Mientras esto ocurre, vale la pena también mirar hacia atrás y apreciar las obras que ya se encuentran aquí en nuestra cotidianeidad, acompañándonos mientras lavamos platos, trabajamos, hacemos tarea o leemos un libro.
Esperamos que los lectores disfruten las obras compartidas a lo largo de este artículo, y descubran nuevos artistas cuyas piezas los transporten a diferentes lugares que se sientan como un nuevo e inspirador hogar.
La ceremonia del té: el arte de beber en paz
La ceremonia del té: el arte de beber en paz

Japón es un país de tradiciones, y una de ellas muy atractiva para el turismo que visita la isla: la ceremonia del té. Tomar el té en Oriente es algo distinto de lo que en los países de Occidente se hace: calentar agua, hacer la infusión, dar sorbos a la taza. En Japón, según manuales de té antiguos, los movimientos, los instrumentos y enseres, la sensaciones, todo es importante y delicado.
En 1997, Fernando García Gutiérrez realizó un artículo en el cual describe los elementos que rodean esta ceremonia (“El arte del té en Japón”). Primero, a través del texto, sabemos que esta tradición llegó de China, donde ya acostumbraba sentarse a degustar esa bebida a base de hierbas. Se dice que el té, las hierbas con las que se realiza la bebida y los enseres en los que se hace y sirve fueron llevadas a la isla nipona entre los siglos VIII y IX, pero era un práctica de pocos, solo los monjes budistas bebían la infusión para ayudar mantenerse despiertos durante las meditaciones y oraciones, que podían extenderse hasta por días.
Un dato interesante es que los samuráis adoptaron también la práctica del té. Luego de las batallas y situaciones estresantes, los guerreros bebían té para relajar la mente, contemplar y meditar, era un tiempo que les daba bienestar y tranquilidad; era el complemento de su agitada vida. Y ya que muchos de los samuráis pertenecían a la clase alta y gobernante de Japón, la ceremonia del té comenzó a tomar elementos de refinamiento. Se dice que fue Sen-no-Rikyu, un esteta que vivió en el siglo XVI quien estableció y perfeccionó las reglas de cómo llevar a cabo la ceremonia, las cuales se conservan hasta hoy.
Entonces, por un lado tenemos los aspectos espiritual y contemplativo que vienen de los monjes budistas, sumado a la rigidez y disciplina de los modos de los guerreros japoneses; esto dio por resultado el refinamiento y cálculo de los movimientos, donde levantar, bajar, mover el brazo, la mano, la espalda, está contado y determinado en la preparación del té. Se dice que toda la ceremonia implica 37 pasos. Y sin embargo, ese orden y preceptos parecen una coreografía; es decir, hay belleza y naturalidad. En la ceremonia se busca resaltar cuatro elementos: la armonía o paz, el respeto, la pureza o limpieza y la tranquilidad o soledad. En japonés, la fusión de estos cuatro conceptos se expresan en: wakeiseijaku.
Si bien la práctica de tomar el té puede llevarse a cabo en cualquier casa, la ceremonia propiamente desarrolló toda una estética y filosofía de dónde y cómo tomarlo. En ese sentido, para el lugar o espacio se diseñaron casas de té que tienen características que, junto con la ceremonia, forman un todo de contemplación y belleza. La “Casa de té” (Cha-seki), inserta en jardines majestuosos, incluso en bosques naturales, es una construcción de madera con los espacios y distribución estrictamente necesarios; espacios en los que la sobriedad es el elemento principal. Las casas de té a primera vista parecen cabañas. Los invitados, quienes tomarán el té, deben entrar a través de una puerta baja, pequeña de altura, que obliga al visitante a agacharse; esta posición simboliza el despojo del orgullo y la soberbia: bajar la cabeza ante la sencillez.
Quien prepara el té, quien ha recibido los conocimientos de un maestro o maestra de esta práctica, se dedicará a limpiar los utensilios, cuidar la temperatura del agua, servir los tazones, mezclar el té, volver a limpiar y despedir a los invitados. Todas estas acciones que están, como ya se dijo, cuidadosamente ordenadas en una secuencia de movimientos, implican la atención de quien prepara y de quien beberá, se podrá “oír el silencio”; los sentidos están en paz y atentos a todo lo que sucede, lo que se ve, oye, siente, lo que se huele y lo que se sabe con la lengua y el olfato. Mientras, la casa de té, con su sobriedad, es un intersticio entre la naturaleza que rodea esa sencilla construcción en medio de los árboles, las flores, los ríos, y la intimidad tanto de la ceremonia como de la contemplación de cada persona que participa. Es decir, vemos que no solo se trata de tomar el té, sino que implica la búsqueda de la contemplación, una manera de meditar a través del té.
Podemos entender entonces que las casas del té estuvieran insertadas en el bosque o los jardines, incluso algunas de ellas están escondidas, y solo caminando por veredas cuidadosamente diseñadas, que pueden rodearlas al mismo tiempo que permanecen ocultas, el visitante de repente topará con la casa, de frente. De ahí que los monjes y los samuráis tuvieran estos espacios para limpiarse del mundo, de la sociedad y de la guerra; las casas de té eran un espacio para el reencuentro con la naturaleza y el silencio, la calma y el alivio. Y por ello, esta práctica sigue vigente, para los habitantes de Japón y para los turistas que buscan esta experiencia en su recorrido.
El jardín japonés: la natural perfección
El jardín japonés: la natural perfección

¿Cuál es tu idea de jardín? Existen varios diseños alrededor del mundo, hay tradiciones que vienen desde muchos siglos atrás y el objetivo de su creación va más allá de solamente embellecer. Los jardines japoneses son conocidos por la profundidad de su diseño en el sentido de que todo, absolutamente todo, está pensado y tiene una intención o un significado.
Ya que Japón queda a un lado de China, entre los siglos V a VII, la influencia de tener jardines en los palacios migró a la gran isla, y con el tiempo se han cultivado diferentes estilos que van desde lo meramente armonioso a lo contemplativo. Es decir, en algunos momentos los jardines japoneses demostraron la riqueza de los gentiles y gobernantes, luego fueron espacios para pasear, también sirvieron para la contemplación o para eventos sociales como tomar el té.
En general, desde los antiguos hasta los contemporáneos, los jardines japoneses tienen características como la asimetría, la simplicidad, la austera majestad o majestuosa aridez, la naturalidad, la refinada profundidad, la serenidad suspendida y la paz. Así, estar frente a esos espacios, amplios o reducidos, sentados frente a ellos o caminando a través de sus veredas o puentes, nos trasmitirá serenidad y armonía.
¿Pero cuáles son los elementos que aguardan en esos jardines? Ya que el ideal, en su origen, era que estos espacios representaran los distintos paisajes de Japón —compuesto por un grupo de islas, que van de norte a sur, con climas fríos a cálidos, donde la diversidad de la vegetación y orografía distingue a cada región—, entonces, los jardines buscaban ser una cadena de imágenes de dicha diversidad (miniaturización), de las estaciones del año, del valle y la montaña, de la multiplicidad de colores de la naturaleza. Para ello, los encargados de llevar a cabo estos proyectos elegían con sumo cuidado las flores, árboles, follajes, pasto; las piedras, arena y minerales; la distribución del agua, si en forma de estanque, río o lago…
Pero no se trataba de saturar con plantas, hacer canal y ponerle agua. No. Se procuraba que la distribución de los elementos tuviera, como ya se dijo, simplicidad, elegancia, refinada profundidad, etcétera. Entonces, por ejemplo, si hablamos de un jardín pensado para recorrerlo a pie, se trazaban caminos angostos —se dice que solo del ancho de una persona, porque los dignatarios caminaban adelante seguidos por sus súbditos, y por otro lado, las mujeres siempre iban detrás de los hombres, nunca al lado—, y conforme avanzaba el recorrido, los caminantes encontraban “representaciones” de los paisajes del país nipón (es lo que se conoce como miegakure, “ocultar y revelar”): montañas conocidas y sagradas, grupos de agua, incluso el mar, y pasos a lugares místicos.
Los primeros jardines estaban insertos en grandes extensiones, dentro de palacios o fuera de las ciudades, como lugares de descanso de poderosas familias. Podemos imaginar lagos artificiales de gran extensión en medio del terreno, incluso para paseos en bote, con arroyuelos que permitían escuchar el sonido del agua en movimiento. Había peces para adornar con sus colores brillantes los cauces. Dentro de los lagos, los islotes, también artificiales, tenían el aspecto imaginado de un lugar sagrado. En la tradición japonesa se dice que existía un lugar donde moraban los Ocho Inmortales, el monte Horai; pues los islotes en los jardines representaban este lugar, y para llegar a él se creaban puentes, como el paso a un lugar sagrado a través del agua.
Hay puentes de madera, curvos y sencillos; también los hay de piedras o troncos que apenas sobresalen del cuerpo del agua, para poner solo un pie en cada superficie, es decir, caminar pisando una piedra y luego otra y otra hasta llegar al destino. Las piedras o rocas llevadas a los jardines eran escogidas cuidadosamente, se evitaban los colores brillantes; podían ser lisas o volcánicas, estar en medio de la vegetación o dentro de un estanque, pero siempre firmes, bien aseguradas al piso, porque debían dar impresión de estabilidad y permanencia. Estos elementos minerales, dependiendo el lugar que ocuparan en el jardín, simbolizaban o la tierra, con piedras lisas, o montes y montañas, con las rocas puestas en vertical. Además, ayudaban a dibujar los cauces y, dependiendo de su acomodo, a dar sonoridad a la caída del agua o contenerla.
Entre los años 794-1185, se usó el Sakuteiki (Notas sobre jardinería), el manual más antiguo de jardinería, donde se reúnen los secretos relativos a este arte —que en aquel momento tenía algo de religioso y mágico—, los cuales los maestros transmitían a sus discípulos de manera oral. El Sakuteiki comienza con la frase: ishi wo taten koto, que podríamos traducir como “el arte de asentar las rocas”, es decir, más que cuidados de los jardines, era el propio diseño de estos, y con ello vemos la importancia de este elemento mineral. Ninguna roca, ninguna piedra estaba puesta al azar; todo estaba pensado y tenía un propósito. Se dice que, siguiendo este manual, se trataba de pensar dónde quería estar la roca, entender el lugar de la roca. Por eso, los jardines también se usaban para la contemplación, por el juego perfecto de naturaleza, belleza, armonía y paz.
Encontrando nuevos pasatiempos a través del «Slice of Life»
Encontrando nuevos pasatiempos a través del «Slice of Life»
En el mundo del manga y anime es ya una tradición explorar pasatiempos muy particulares, como las danzas tradicionales japonesas o el buceo, para generar interés en historias con personajes de vidas cotidianas en los demás aspectos de su vida. Aunque suene como una forma sencilla de darles más vida historias que de otra forma serían aburridas, en realidad los esfuerzos de los ilustradores, escritores, actores de voz, músicos y animadores se sienten a través de cada una de las mejores obras de este subgénero del slice of life. Cada uno puede ser muy diferente en cuanto a humor, atmósfera y dinámica de personajes, algo evidente al comparar K-on! con Stella no Mahou, por ejemplo.
Sin embargo, la forma en que los escritores transmiten su pasión por los pasatiempos que suelen desarrollar estos personajes desde cero es cautivador y emocionante a su propia manera. A veces a través de personajes mayores con experiencia creando videojuegos y a veces con ayuda de un narrador omnipresente, la cantidad de información y detalle en cada episodio puede hacer que estas series parezcan creadas con el único propósito de convencer a todos sus espectadores de adoptar esos pasatiempos. Yuru Camp y Yama no Susume hacen un excelente trabajo transmitiendo la emoción de salir a acampar y acercarse a la naturaleza. Incluso si este tipo de pasatiempos no son para todos, Eizouken y Sangatsu no Lion pueden enseñarte muchas cosas sobre la creación de un anime o hacerte sentir la tensión entre dos jugadores de shogi, un juego de mesa muy similar al ajedrez.
En lo personal, todos los animes mencionados en este artículo me han parecido una experiencia muy diferente y, además, demuestran que una buena obra se logra a través de la pasión que transmiten sus autores por el tema que les interesa. Su deseo de mostrar el amor que le tienen a cierto pasatiempo es lo que eleva este aspecto de sus obras y las hace divertidas de forma consistente.
También existen bastantes Slice of Life basados en elementos ficticios, como Flying Witch y Demi-chan wa Kataritai. Si bien estas obras no pueden inspirarnos a seguir los pasos de sus personajes, definitivamente pueden despertar nuestro interés por personajes históricos o monstruos y deidades que cuentan con un mundo de literatura universal detrás de sus mitos modernos.
Sea cual sea la obra que consumas, es seguro que después de darle una oportunidad a este ‘subgénero’ te sorprenderá la diversidad y profundidad de temas que te encontrarás.
Cinco paisajes sónicos con voces artificiales
Cinco paisajes sónicos con voces artificiales
A pesar de ser un tema poco común, si has buscado música japonesa en YouTube o ido a una convención de anime, lo más probable es que hayas escuchado de Hatsune Miku. Unas de las canciones más famosas cantadas por ella son Ievan Polkka, World is Mine y Senbonzakura.
Este personaje es una cantante virtual que cualquiera puede usar para hacer música. En este sentido es una especie de instrumento, una forma de crear melodías vocales en una canción a pesar de no saber cantar ni conocer cantantes humanos. Además de Miku existen decenas, si no es que cientos, de cantantes virtuales de diferentes orígenes; cada uno con su particular timbre y rango de voz.
Usar vocaloids en la música puede ser una elección de estilo completamente. En el presente existen bancos de voz muy realistas, pero la mayoría todavía tiene un carácter claramente artificial, también único de cada banco de voz. Además de las características particulares de cada voz sintetizada que las distinguen de cualquier otra, sus usuarios emplean un sinfín de técnicas para que las voces suenen únicas y propias de su estilo particular. En este artículo quiero compartir 5 artistas únicos que han utilizado vocaloid en su música, algunos acercándose al realismo de una voz humana y otros abrazando y explorando la naturaleza artificial de les cantantes virtuales.
- whoo
La música de whoo está llena de percusión orgánica, guitarras acústicas, órganos y otros instrumentos de viento que acompañan guitarras eléctricas y crean una atmósfera densa y espaciosa, al estilo del shoegaze. El contraste de la voz sintética y compleja de Miku que flota en armonía con los elementos acústicos de una canción es uno de los aspectos más placenteros de escuchar música con cantantes virtuales.
2. seeeeecun (しーくん)
La música de productores de Vocaloid suele tener una estructura bastante estándar, como la mayoría del j-pop. seeeeecun logra crear canciones únicas con esta estructura explorando sonidos disonantes, o melodías no diatónicas (con notas que no contienen los acordes), resultando en una experiencia algo extraña la primera vez que se escuchan. Sin embargo, ya que es inevitable el deseo de escucharlas nuevamente, al repetirlas terminan volviéndose increíblemente adictivas. Sus sonidos contienen sensaciones difíciles de encontrar en la mayoría de la música popular.
3. yuxuki waga
Logrando un sonido increíblemente realista con Hatsune Miku, con guitarras eléctricas limpias, dulces y transparentes, yuxuki waga crea canciones perfectas para imaginar amplios paisajes llenos de sol y brisa, o disfrutar una buena mañana. Dicho esto, su música también tiene un sentimiento de nostalgia que la hace difícil de escuchar sin sentirse vulnerable. Pero esto también es parte de su belleza.
4. nakanoise
El shoegaze es un género especial porque se enfoca en crear paisajes sónicos a través de la distorsión y manipulación general de los sonidos; pero a diferencia del metal o el noise, los artistas de shoegaze se dan la tarea de crear canciones de pop con estos paisajes. Nakanoise domina la estructura del j-pop con timbres y patrones de batería llenos de energía y que son todo un placer escuchar. Su álbum Nagaremono No Gi (ナガレモノノ義) es una colección de shoegaze con vocales de Hatsune Miku que te adentra en un mundo íntimo, algo oscuro, donde todas las siluetas van perdiendo poco a poco su contorno si te pierdes de vista a ti mismo.
5. Iyowa
La belleza de la tecnología actual permite a cualquier persona hacer casi cualquier cosa que se proponga, y esto ha llevado al nacimiento de arte que no sería posible con las barreras (a veces físicas, a veces imaginarias) del pasado. Iyowa llena sus canciones de elementos misteriosos, atrevidos y a veces increíblemente agresivos que nunca había escuchado en una canción con el atrevimiento de tener una estructura de pop. En este caso quise compartir mi canción favorita de Iyowa que resume perfectamente todas sus fortalezas, Clover Knight. En esta pieza las voces de Hatsune Miku, Kaai Yuki y GUMI (todas cantantes virtuales) trabajan en conjunto para provocar un nuevo sonido con el que, a la par del hermoso caos de los instrumentos, es fácil obsesionarse por semanas. Aún después de escucharla repetidas veces, te dejará con la sensación de que no la has descifrado completamente no importa cuánta de tu atención robe cada que suena.