La historia de la música ambiental japonesa

Escrito por: Salvador Jiménez Figueroa
Escrito por: Salvador Jiménez Figueroa

Es ya muy conocido entre los audionautas de internet que la música ambiental ha tenido un resurgimiento de popularidad gracias a YouTube y una recopilación específica de música ambiental japonesa: Kankyō Ongaku, publicada por Light in the Attic. En ella se encuentran personajes como Hiroshi Yoshimura, Satoshi Ashikawa y Yoshio Ojima, ahora conocidos como los músicos insignia del movimiento ambiental en Japón. Pero, ¿qué es este tipo de música?

La música ambiental es un género cuyos compositores se esmeran en crear piezas sin una narrativa específica, mejor descritas por el tipo de atmósfera que construyen y la particularidad de cada instrumento utilizado. Una de las figuras más grandes del género, Brian Eno, siempre describió esta música como un espacio sónico en el que podemos habitar. Dependiendo del compositor y a veces de la obra específica, estos espacios pueden ser construidos con instrumentos orgánicos, con capas de teclados electrónicos de texturas que se complementan o también con grabaciones de sonidos de la naturaleza como ríos y pájaros.

Varias piezas de este género pueden causar un estado casi meditativo. Es fácil escucharlas en el fondo de nuestra mente mientras realizamos labores ordinarias en nuestro día. Sin embargo, la música ambiental se da la tarea de ser tan interesante sin prestarle atención como cuando nos concentramos en todos sus elementos y la escuchamos activamente. En este sentido, la música puede ser similar a un tapiz elaborado, o las columnas corintias que sostienen (y también adornan) templos y edificios alrededor de Europa.

El caso de la vertiente japonesa de este género es particularmente interesante. En 1975 Kuniharu Akiyama, un compositor de vanguardia, presentó Los Trabajos Completos de Erik Satie, una serie de conciertos en Tokyo que generó un nuevo interés en su estilo minimalista que medio siglo antes exploró una idea similar al concepto de la música ambiental moderna. Tres años después, en 1978, Brian Eno publicó su álbum Ambient 1: Music for Airports (‘Música para Aeropuertos’), causando aún más emoción en los futuros artistas del género.

Al hablar de los años 80 en Japón es necesario mencionar, además, la influencia del mundo corporativo. Empresas a cargo de lugares como centros comerciales, estaciones de tren, hoteles e instalaciones artísticas buscaron darle una identidad característica a sus nuevos espacios, además de amenizar la estancia en ellos, con ayuda del nuevo capital que adquirieron durante un nuevo boom en la economía japonesa. Es así como Hiroshi Yoshimura, Yoshio Ojima, Haruomi Hosono y otros artistas dejaron sus huellas en lugares que, hasta la fecha, continúan transportando a sus visitantes con sus piezas ambientales.

Curiosamente algunas de estas piezas son interactivas con sus alrededores, dándole una nueva dimensión de complejidad a estas obras aparentemente simples. Tal es el caso de la música que te acompaña a lo largo de la estación Komagabayashi, en Kobe. En uno de sus pasajes subterráneos se pueden escuchar sonidos diseñados por Hiroshi Yoshimura como una firma auditiva de la costa oceánica, y también como música agradable para los transeúntes; algunos sonidos son emitidos de manera periódica, mientras que otros son activados con sensores conectados al sistema de la estación.

Este mundo olvidado durante la primera década del siglo XXI ha resurgido y generado nuevos seguidores gracias al internet y los esfuerzos de diferentes entusiastas de la música ambiental. Claro que este género no está para nada limitado a los artistas japoneses de los años 80 y 90, pues artistas importantes como Brian Eno, Slowdive, Cluster, y más recientemente Oneohtrix Point Never han dejado un legado muy importante; sin embargo, es difícil encontrar una narrativa tan clara e interconectada como la de la música ambiental japonesa en otros países. En sí, la música ambiental es particularmente propensa a la experimentación de artistas de vanguardia, ya que su formato libre y sin estructura clara ha permitido desde sus inicios la inclusión de instrumentos atonales o con características interesantes, así como grabaciones de campo de animales, humanos e incluso máquinas. Mientras se tenga claro el propósito final de una pieza ambiental, está permitido lograrlo a través de cualquier medio posible.

Es emocionante pensar en los nuevos paisajes sónicos que seguramente se lograrán alrededor de todo el mundo en esta nueva época, con instrumentos y herramientas más accesibles para todos. Mientras esto ocurre, vale la pena también mirar hacia atrás y apreciar las obras que ya se encuentran aquí en nuestra cotidianeidad, acompañándonos mientras lavamos platos, trabajamos, hacemos tarea o leemos un libro. 

Esperamos que los lectores disfruten las obras compartidas a lo largo de este artículo, y descubran nuevos artistas cuyas piezas los transporten a diferentes lugares que se sientan como un nuevo e inspirador hogar.