Kimono: de vuelta al siglo XXI

Kimono: de vuelta al siglo XXI

Escrito por: Roxana Zermeño
Escrito por: Roxana Zermeño

Muchas veces cuando pensamos en Japón, por influencia del cine y la televisión, nos vienen a la cabeza mujeres ataviadas en ropas elegantes, con grandes mangas, colores brillantes, vestidas con un kimono. Esta prenda de vestir ha entrado a nuestra imagen colectiva del aquel país a través de las películas (ahora pienso Lost in Translation, o en las peleas en Kill Bill o El último samurái) y producciones de animación (Ghost in the Shell, en su versión estadunidense); lo relacionamos con grandes imperios, geishas, dinastías, elegancia, refinamiento…

Aunque esta prenda, el kimono, ha evolucionado a lo largo de los siglos, siempre ha estado en la identidad de las y los japoneses. Actualmente se usa, sobre todo, en eventos sociales importantes, y cada diseño y estilo se viste según el evento o la persona que lo porta (edad, época del año, tipo de festividad, etcétera). También, en las últimas décadas se ha vuelto moda entre las mujeres, principalmente entre las más jóvenes, quienes lo lucen en las calles o en las plazas, combinado con objetos occidentales, como zapatos o botas, bolsos o abrigos. 

La palabra kimono viene de ki, de kiru, “vestir” o “llevar puesto”, y mono, “cosa/objeto”, esto sería algo como “cosa para vestir”, y es que parece que cuando los occidentales que llegaban a la isla preguntaban cómo se llamaba el vestido o prenda que usaban hombres y mujeres, todos contestaban “kimono”, esto significa que cada prenda, masculina o femenina, con mangas largas o cortas, liso o decorado, tiene un nombre particular, que los conocedores y la gente de Japón nombran según corresponde, mientras que para los extranjeros, todo se reducía a una palabra. Para nosotros, los menos conocedores, identificamos un diseño, en general, como kimono.

Como muchas otras cosas, la influencia de China está presente en esta “cosa para vestir”, ya que el nombre original del kimono era gofuku, que es algo como “ropa del Wu” (Wu era uno de los reinos de China). Fueron los embajadores de aquel país quienes llevaron la primitiva prenda a la isla. Con los siglos, el diseño inicial se adaptó a las necesidades diarias de los japoneses, incluso, aquí vale anotar, muy en el inicio la ropa de los nipones era de colores básicos, con diseños sencillos; grandes camisas y pantalones. Luego, con los inventos y descubrimientos, se crearon colores y técnicas para teñir las telas, para dibujar sobre ellas y crear paisajes, estampas y decorados cada vez más sofisticados. Por otro lado, la llegada de la seda a los talleres textiles abrió paso al refinamiento, aunque el costo era muy elevado por el trabajo artesanal que implicaba elaborar un lienzo.

En algún momento de la historia, los samuráis y sus familias tuvieron mucho poder, a veces más que el gobierno, y en la moda y cultura también fueron ellos los que marcaron la pauta. Los hombres de los más altos estratos sociales recurrían a telas exquisitas y prendas suntuosas, pero cuando tenían que salir a pelear, o sea, cuando los guerreros hacían su trabajo, las telas estorbaban, por eso el diseño de la ropa cambió para ellos y para las mujeres. Se optó por una prenda elegante, pero que facilitara la realización de las actividades. 

Si unimos dos de los puntos mencionados, la elegancia y elevado precio de la seda, y las clase altas y los samuráis vestían esas prendas, entonces, tendremos que el kimono encareció su precio y que, aunque comenzó como una prenda que todos los habitantes usaban para sus rutinas diarias, su uso se volvió cada vez más elitista, cada vez más espectacular. Por ejemplo, en el siglo X surgió una variante, el jūnihitoe, “bata de doce capas”, que entre las mujeres de la corte era la moda, y efectivamente, se trataba de portar doce o más capas de ropa, que llegaban a pesar más de veinte kilos.

Y un aspecto interesante es que desde nuestras perspectiva pensaríamos que debía ser sumamente incómodo trasladarse, moverse, comer…, lo que fuera, sería casi imposible cargando tal cantidad de ropa; sin embargo, este jūnihitoe era símbolo de poder, opulencia, riqueza, porque al portarlo se requería que las sirvientes ayudarán, acercarán, movieran, resolvieran la vida de aquella mujer, por lo tanto: a más capas de tela, más sirviente, más riqueza. 

A finales del siglo XIX, la tecnología permitió producir seda en telares, lo cual abarató el costo de los kimonos, aunque poco a poco fue relegado de las actividades diarias. Luego, con la llegada el siglo XX, y la necesidad de que las mujeres contribuyeran al progreso del país, el uso del kimono en las fábricas, por ejemplo, era imposible. Así, durante décadas, esta prenda se guardó en los armarios de las abuelas y mujeres mayores, y no les pasó nada porque la calidad de su hechura permitió que se conservaran, que sus colores y diseños se mantuvieran casi intactos. Ahora las nietas los han sacado y portado para salir a la calle. 

Parece que hay un rejuvenecimiento del kimono, han surgido nuevos diseños, variedad de telas, combinaciones y formas de usarlo. Parece que es una recuperación, una vuelta, de la tradición, de la elegancia y sofisticación; es una reapropiación de las nuevas generaciones, de los nuevos tiempos, es llevar el kimono a las calles para llenar de colores y elegancia los paseos, las caminatas y las calles de Japón.