El extraño mundo cotidiano de «Yokohama Kaidashi Kikou»

El extraño mundo cotidiano de «Yokohama Kaidashi Kikou»

Escrito por: Salvador Jiménez Figueroa
Escrito por: Salvador Jiménez Figueroa

El café Alfa es un pequeño negocio al final del camino de alguna colina de Yokohama. Ahí, Alfa bebe casi todo el café que prepara a diario. En una ciudad inundada hace años, quedan pocos clientes para una cafetería. Aun así, los días pasan tranquilamente mientras este androide espera el regreso de su dueño.

Yokohama Kaidashi Kikou (“Diario de viaje de compras de Yokohama”) es una serie de mangas que fue adaptada a cuatro OVAs, dos en 1998 y dos en 2003. El anime hace un gran trabajo en pintar escenarios pacíficos dentro de un mundo sutilmente inquietante, donde Alfa debe cargar siempre con un arma por protección (aunque aparentemente nunca la necesite durante el anime). Bossa-nova y música de orquesta acompañan los diversos sonidos de este mundo reconquistado por la naturaleza, amplio y verde. Aunque la presencia de androides y tecnología futurista puede llamar la atención de los fanáticos de la ciencia ficción, en realidad todos los paisajes de Yokohama Kaidashi Kikou están llenos de elementos de los años noventa. 

El enfoque de esta obra es mostrar la vida diaria de Alfa en su pacífico rincón de Japón en las OVAs de 1998, y un pequeño viaje a pie alrededor de Yokohama en las más recientes. Aunque la animación sea más fluida durante las segundas, las de 1998 son las que permiten reflexionar mucho sobre la vida y el paso del tiempo en un contexto peculiar. Además, por alguna razón, la forma en que la voz de Alfa fue grabada en estas primeras OVAs permite disfrutar una narración mucho más cálida y amable que en la secuela de 2003.

 

De forma similar a Shoujo Shuumatsu Ryokou, (un anime post-apocalíptico) aunque en situaciones muchísimo menos serias, la vida en las colinas de Yokohama cuenta con una inexplicable sensación de ansiedad, angustia e incertidumbre detrás de su paz y cotidianeidad. Sin saber hace cuánto tiempo se fue el dueño de Alfa o cuando volverá al café, no se puede evitar pensar que tal vez nunca regrese. En un mundo donde las carreteras han sido destruidas y solo quedan caminos laberínticos en las montañas, donde los negocios ordinarios van perdiendo sus clientes y su sentido poco a poco, es difícil no especular cuándo ocurrirá el siguiente gran evento que cambie la vida de quienes viven alrededor de la ciudad inundada. Podría haber un cambio para bien, claro, pero Alfa comenta casualmente un escenario muy probable: gracias a su naturaleza longeva, verá poco a poco cómo van desapareciendo fragmentos de su hogar con el paso de los años. Ya en ese momento logra sentir una fuerte nostalgia por los tiempos en que su ciudad seguía en pie y estaba llena de vida. Esto lo podemos ver durante los créditos iniciales de cada capítulo, donde Alfa recorre la ciudad haciendo compras para su cafetería.

 

Sin embargo, también logra encontrar belleza en el día a día. Cuando visita el primer lugar al que la llevó su dueño y ve una ciudad nocturna bajo el agua, aún con muchas luces que en algún momento tuvieron algún propósito, Alfa absorbe la mágica vista con asombro. Es solo después de reflexionar sobre los días pasados y el significado que tenían todos los edificios de esta ciudad que comienza a llorar.

 La primera parte de la serie trata únicamente de Alfa recibiendo un paquete de su dueño por correo, conociendo al androide que se lo llevó e intentando tomar fotografías alrededor de su hogar. Después de varios intentos y de ver muchos escenarios distintos, no encuentra algo que sienta apropiado para fotografiarse. Aunque suene como una historia insignificante, es a través de ella que logramos sentir la belleza del lugar por el que el androide siente tanto afecto, logrando también un sutil contraste entre su extraña impermanencia y la larga vida de un robot.